Aclaración:
Convencer: Conseguir mediante razones que una persona actúe o piense de un modo que inicialmente no era el deseado.
Confundir: Perturbar o causar desorden para hacer caer a una persona en el error.
Julio de 2012. Centro de esta pequeña ciudad. Siete y cuarto de la mañana. Cuatro personas en un mismo colchón.
Era una noche como todas las otras. Teníamos el típico juego de mesa, estábamos dotados de una buena cantidad de vino y como siempre el infaltable cigarro en la mano. Cuando la ronda terminó y nuestros cuerpos tambaleaban al levantarnos de las sillas fuimos a acostarnos, como siempre, al mismo lugar. Lo único que hacía diferente a esa noche era que a las 8:00 me levantaría y me iría a la casa de mi entonces pololo, como habíamos acordado la noche anterior. En consecuencia no dormiría nada y por sobre todas las cosas debía llegar en un buen estado.
Acostados, en el mismo colchón puesto estratégicamente en el suelo con otras dos personas, acariciaba su abdomen, como siempre. Sentía su olor, ese que me hace dormir. Dejaba que me abrazara porque no hay cosa que -hasta el día de hoy- me llene de tanta tranquilidad. Quería sentirlo y estar con el. Agradecía a la vida que por fin pudiera mirarlo de una forma sana. De una forma en la que el y yo pudiéramos complementarnos para bien. Agradecía que estuviera una vez más en mi camino, mientras hacia remolinos en su cabello. Sonreía y pensaba que todo estaba bien pero, de un momento a otro, puso su mano en mi cabeza, acarició mi frente y entre balbuceos y palabras confusas dijo una frase que hasta el día de hoy suena en mi mente: "Si no te convenzo, te confundo más".
Mi reacción no fue del todo buena, quería escucharlo otra vez y de hecho pedí que lo repitiera pero estaba muy dormido para hacerlo. Desde ese momento mi mirada se volcó hacia el techo de la habitación y esperando a que amaneciera pensaba una y otra vez en eso. En cuanto pude ver la hora lo desperté para que me fuera a dejar a la entrada y poder llegar a mi siguiente destino.
El camino a la casa de mi "pololo" no fue más que un eterno cuestionario existencial: "¿Qué quería decir con eso?", "¿Qué pasaba por su mente en esos momentos que hizo que pensara en voz alta?" o "¿Con que fin las dijo?". No tenía respuestas en ese momento y no las tengo ahora.
Llegué y me acosté con el. Lo abrasé, lo besé, le dije cuanto lo amaba y mientras intentaba dormir sonaba ese eco en mi cabeza, esa frase se repetía una y otra vez, esas pocas palabras retumbaban en mi mente de una forma difícil de explicar, por que si hubiera podido hacerlo en ese momento no estaría hoy, lunes 22 de Octubre, pensándolo otra vez.
Creo que no saco mucho con darle vueltas a este tema. lo que paso esa noche se quedó en esas cuatro paredes. En ese colchón de dos plazas donde tres chicos dormían tranquilamente emanando un leve y sutil olor a Cabernet Sauvignon. En esos labios morados y esos espasmos a los que les he dado más importancia que a muchas cosas.
Lo que pasó esa noche está testificado en un pequeño lado de la pared, guardado eternamente en mis recuerdos y por su puesto, escrito aquí para poder revivirlo mucho mejor.