Hace un tiempo atrás escribí sobre el gran miedo que tengo a despertar, a tener que enfrentar el peor momento del día, de mi día sola. Es difícil tratar de entenderlo, es complicado por que no hay razón aparente para que eso no deje que funcione del todo mi bien mi vida. "Hay un trasfondo"... fue la única razón coherente que encontré, bueno, dentro de mi propio significado de la coherencia.
¿Por qué estar con un constante miedo a algo tan normal? ¿Por qué no poder afrontarlo sola? ¿Por qué necesitar siempre de alguien? Podría seguir... pero no tiene caso.
Este fin de semana fue uno de aquellos con los que había soñado un par de veces. Fui con la mejor compañía; Pato y Mati. Después de una serie de eventos desafortunados pudimos llegar y entre la nada hacer de todo sin seguir importándonos el curso del tiempo, ni la frialdad de la noche, ni lo oscuro que estaba el lugar siendo tan temprano. Entre los tres teníamos tal armonía que hacíamos juego con el entorno, con el sonido de los pájaros, con el del río cuando pasaba entremedio de las piedras, con los ladridos de los perros que nos acompañaban también. Hacíamos presencia y a la vez nos camuflábamos en el ambiente de una forma tan natural que siempre fue grato. Fuimos quienes siempre debimos ser, o quienes -por lo menos yo- extrañaba que fuésemos.
Creo que este viaje, que fue solamente de sábado y domingo, no podía haber sido antes ni después. Era este el fin de semana que debía ser, el que nos debíamos, que en realidad si era parte de diversión pero más era parte de amistad. Teníamos que tener entre nosotros este recuerdo, esa vivencia, esas risas y esos llantos. Quizás los tuvimos antes, pero éramos pendejos. De verdad que yo no compararía ni en el último de los casos las lágrimas derramadas a los 16 que a los 20, es otra la historia, es otro el contexto, es otra la madurez mental que tenemos y que hace que esas lágrimas que llorábamos por cualquier tema transcendental del día o que hubiera ocurrido en la noche, hoy lo hacemos por cosas que hemos pensado una y otra bien y que definen nuestra suerte del mismo día o del mañana.
No podíamos haber tenido este viaje antes, nuestro momento fue ahora y solamente y por el simple hecho de estar listos como amigos para contenernos y apoyarnos frente a cualquier adversidad.
Sentir que nuestra amistad sería para siempre (aunque suene mamón y fantástico) me dio una calma y una tranquilidad enorme. Sentir el apoyo de ambos en cualquier cosa que me pasara... poder llegar al límite de la expresión y no tener miedo a caer porque sé que estarán ahí para ayudarme... Que no importa que me quede dormida con unas cuantas chelas encima y también unos vasos de ron, estarán ahí mismo cuando despierte y me darán su apoyo, un beso antes de dormir, una abrazo al despertar por la mañana, un: "¡Te amo weona!" que es mucho más que cualquier cursilería, un gesto vale más que mil palabras y no puedo seguir explicando con textualmente lo que tengo para mostrar con un beso y un abrazo, es imposible.