Rodrigo

Si pudiera retroceder el tiempo, unos 5 años exactamente, y me preguntaran si quiero conocerte o no, mi respuesta sería sin duda un rotundo SI, por que gracias a ti soy quien soy hoy en día. Quizás no en cuanto al estilo de vida que llevo, quizás no tengo la vida que imaginaba ni estoy donde quería hace cinco años atrás, pero como persona he madurado mucho y he aprendido a llevar situaciones que tal vez no se me hubieran puesto en el camino de no ser por ti. No hay un "quizás" cuando digo que mi vida podría ser diferente por que tengo claro que podría ser así... pero por algo pasan las cosas. Por algo hace 5 años dejé mi vergüenza de lado decidí ir a buscarte. Por algo hace cinco años, en este mismo momento y después de varios cigarros y escasos sorbos de cerveza nos dimos nuestro primer beso. Por algo hace 5 años  me buscaste por fotolog para luego seguir hablando en MSN. Por algo pasan las cosas y si bien me costó entenderlo un montón de tiempo, hoy en día puedo decir que aprendí a vivir con tu recuerdo, aprendí a recordarte con una sonrisa y no con una lágrima, aprendí a amar de la misma forma que tu me amaste a mi y a no cometer el mismo error que cometí contigo.

Un viernes 9 de noviembre, pero de hace 5 años atrás, había quedado de juntarme contigo antes de entrar al colegio. Era en la mañana, diez minutos antes del timbre. Era una idea intrigada de conocerte. Sonaba bastante lindo pero no funcionó. Llegué tarde, de hecho el colegio ya estaba cerrado cuando pretendía entrar y fue -otro día más- que llegué atrasada. Ni siquiera tenía tu número de celular para avisarte que no llegaría a la hora, y bueno, de haber sido así no tenía minutos para llamarte. 
Entré, entonces, corriendo a la sala de clases a escuchar una materia que ya me habían pasado 3 meses antes en otro colegio. Me puse a dibujar, como de costumbre. Esperé que fuera recreo para -en una idea decidida- conocerte. Recordé que la noche anterior me habías dicho tu curso y tu sala, y sin decirle a nadie fui a buscarte. Llegué sin problemas, era en el pasillo del primer piso, la penúltima sala a la izquierda mirando hacía el norte. Iba decidida, con una sonrisa en la cara que se me quitó inmediatamente cuando vi a tus compañeros y me dio vergüenza preguntar. Tenía dos opciones:

1.- Seguir caminando como si nunca hubiera ido a tu sala.
2.- Entrar y en un juego de palabras preguntar por ti.

Ya estaba ahí así que opté por la segunda y le pregunte por ti a la primera persona que vi:

- Hola, ¿Rodrigo va acá?.
- ¿Rodrigo Martinez?.
- Si, Rodrigo Martinez... (supongo...).
- Si, va acá, pero ahora no está, anda jugando a la pelota.

Pium. De cara al suelo y de pasada un poco más abajo. No estabas y yo te quería conocer. Quería saber quien era esa persona que se había interesado tanto en mi... quien se había dado el tiempo de saber de mi, que se daba cuenta de mi existencia. 
Tuve que esperar y esperar, me paseé por el patio, veía a personas jugando a la pelota pero no sabía si estabas tu, no sabía si ese tipo que corría a lo lejos podías ser tu, ese que me cerró el ojo o hasta el que le pego mal y en vez de achuntarle al arco me dio en el blanco a mi mientras cruzaba para llegar a la escalera que daba a la sala. Y en realidad no lo supe hasta un rato después.

Cuando llegué a mi sala, el profesor dictaba una vez más la materia que ya había escuchado hace un tiempo. Mi aburrimiento era tal que en un acto arrebatado pedí permiso para ir al baño (al cual nunca fui). Me encontré con una compañera y bajé, pensé que era mi oportunidad para ir a conocerte. Tomé un camino nada que ver con el destino al cual supuestamente iba. Llegué al pasillo y me paré frente a tu puerta. Dudé. Luego me decidí otra vez. Con una sonrisa y después de haber controlado la respiración unas mil veces, toqué la puerta. Abrió un niño, Matias, tipo al cual le debo mi vida el día de hoy, pero que es otra historia que contaré más adelante. Mi compañera se fue.  Le pregunté por ti, que si acaso estabas en la sala, si podías salir. Antes de darme cuenta se acercaba alguien y ese alguien eras tu. Camisa blanca, corbata, pantalones grises, pelo largo con patillas, delgado como eras a los 15 años... eras tu, el personaje que había imaginado la noche anterior y que era mejor de lo que esperaba. te apoyaste en la pared con los brazos atrás y una pierna levantada. Mirabas al suelo como no creyendo que te había ido a buscar. Vergonzoso. Recuerdo ese gesto, te costaba disimular. Sacaste una mano y la metiste al bolsillo para sacar un chocolate y regalarmelo. Me dijiste: "Eran dos, pero me comí uno esperándote". Yo solo sonreí. Empezaste un diálogo:

- ¿Qué harás después de clases?
- No lo sé, creo que daré una vuelta en la plaza, no tengo planes. 
- ¿Quieres salir conmigo? Iremos a la casa de la polola de un amigo que está de cumpleaños.
- Bueno, pasaré a buscarte a la salida.

La típica sonrisa y esa mirada que dice más de mil palabras fue mi despedida. Caminé a buscar mis cosas, ya quedaba poco para salir y no quería estar en una clase latera. Pasé a buscarte y salimos a dar una cuantas vueltas a la plaza por que había una exposición de talleres.
Me preguntaste si quería acompañarte a tu casa a cambiarte ropa. Respondí que si, pero con una condición: que después me acompañaras a la mía a cambiarme también. Aunque la frase fue explicita, nunca llegué a tu casa. Me hiciste esperar en una plaza cercana, sentada en un columpio. Sola. Sola y aburrida. Sola y esperándote a la suerte de la vida. recién te había conocido y me basto un minuto para confiar eternamente en ti. 
Pasaste por mi unos quince minutos después. Ya no usabas uniforme sino que la ropa lolein que estaba de moda. Tu olor característico que no puedo explicar pero que hasta el día de hoy recuerdo. esa sonrisa que no podías ocultar. Te miraba y me daba cuenta que me hacías feliz con nada. Te tomé de la mano y caminamos hacia el otro extremo de Buin, a mi casa en Villaseca. Creo que me demoré mucho más que tu en cambiarme pero logré verme tan linda que hacíamos juego al estar juntos. Cuando salimos de mi casa y emprendimos rumbo por el eterno sendero de Kennedy para llegar al destino deseado, tomaste mi mano. Conversábamos de lo que queríamos ser cuando grandes. Teníamos 15 años, pensábamos en el futuro como algo demasiado lejano que hoy nos consume como nunca. Recuerdo haberte dicho que quería una mansión y en el patio una piscina con un delfín rosado. Tu me dijiste que querías un delfín verde. Te respondí que podías vivir conmigo y así tendríamos dos delfines. Tu reacción no fue otra que un par de palabras: "no eres como imaginaba". Mi cara de desconcierto podía expresar mucho más que cualquier frase exitosa de cualquier bestseller.

- ¿Esperabas algo mejor?
- No, no es eso... es solo que como sabía que eras media depresiva y que cortabas tu brazos, pensé que tu carácter era diferente.
- Creo que es mejor conocerme en vivo y en directo que de boca de otras personas.

Y si, era depresiva y la mayoría del tiempo me la pasaba llorando, pero en ese momento estaba contenta, estaba feliz, me sentía importante, sentía que importaba... ¿Por qué tendría que llorar? solo habían razones para ser feliz. Comprendiste mi situación y seguimos caminando.

Llegamos a la casa de una ex compañera quien resultó ser la polola de tu amigo. Nos sentamos al rededor de una mesa e hicimos vida social. No entendía sus bromas, estaba colgada al máximo. Recuerdo los ceniceros de vidrio sobre la mesa. Yo nunca había fumado en un espacio cerrado, siempre tiraba las cenizas al suelo y ahí no podía así que  me fijaba como los demás la depositaban para en un acto fracasado intentar hacerlo. No me resultó. Me fui a fumar a la ventana que daba al patio. Parada y mirando la nada de un momento a otro mi paisaje eras tu. Apareciste con una cerveza  y  un cigarro a medias. De repente dejaste la cerveza para tomar mis manos y en un acto de "TODO o NADA" te acercaste y me besaste. Me besaste  sin saber si yo iba a responder y bueno, no respondí. Te dije que era muy luego, que no sé... un sin fin de excusas baratas que no parecieron agradarte, y no te culpo, no te las merecías. Unos minutos más tarde te dije que creía que era momento de irnos. Tomamos nuestras cosas y tu cara mientras caminábamos a la plaza no era otra que la misma que tenía yo cuando quedé desconcertada con tus palabras. Te dije que me acompañaras a llamar por teléfono pero solo me seguiste por inercia. 
Llamé, entonces, a alguien con quien debía terminar unos asuntos. Al salir de la cabina, corrí a abrazarte y antes de terminar la frase: "Ahora puedo besarte..." ya lo estaba haciendo. 
La sensación de estar contigo y sentir que era mutuo, sentir que tus brazos me iban a cuidar, que podía llegar a sentir que era demasiado y aun así no sería suficiente me encantó. Viví, entonces, el momento más feliz de mis 15 años; el amor. Disfrute cada hora que quedaba de día en ti. Descubrí, deje de pensar, olvidé y te ame desde ese mismo momento.

Quizás a muchos les suene repetido el tema, que Rodrigo acá, que Rodrigo allá y la pregunta del millon: "¿Seguís webiando con el mismo tema todavía?". 
Si, sigo con el mismo tema aunque hayan pasado 5 años. Sigo pensado en el cada noche que bajo a fumarme el ultimo cigarro. Sigo recordándolo cada vez que empieza noviembre y sigo agradeciendo a la vida que lo haya puesto en mi camino, por que de no ser por el, hoy no sabría lo que es el amor.




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Franie Rush. Con la tecnología de Blogger.
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Buin, Santiago, Chile
Terapeuta Integral con conocimientos en Flores de Bach, masajes, técnicas de liberación emocional, fitoterapia, programación neurolingüistica, entre otros. Actualmente trabajando en "The Living Room Therapy" Centro de atención psicológica y terapias complementarias.